El exilio voluntario se siente similar a cuando te tienes que cruzar al otro lado de la calle porque el sol directo te está quemando y cada célula del cuerpo te implora por un poco de sombra aunque tu camino esté del lado soleado de la calle y sepas que inevitablemente deberás regresar a él en algún momento, a menos que cambies tu destino. Pude haber muerto enamorada del mar junto a mí, pero si me quedaba en él me hubiera ahogado. Las raíces de las banquetas aquí son diferentes; todo es más seco, más grande, más gris. Aquí puedo caminar kilómetros sin que una sola gota de sudor baje por mi frente y aún así siempre anhelaré el aire húmedo y salado que me bañaba en sudor con tan solo salir al patio. Siento que puedo ir a cualquier lugar del mundo, cualquiera al que yo quiera ir… pero no (al que fue) mi hogar.
Mario Benedetti dice que no es lo mismo sentir miedo que ser un cobarde… y realmente no sé si este exilio me convierte en valiente por huir o en cobarde por eso mismo. Porque para ser muy justa, aquí no tengo que ver esas paredes ni el piso en donde todo sucedió, pero aún así, cada que la bestia indomable se apodera de mi cuerpo es como si cualquier pared y cualquier piso del mundo se redujera a ese que me vio ser abusada a mis ¿6, 7 años? Detesto no tener el control de nada, ni siquiera recuerdo con exactitud mi edad; eso me frustra tanto porque me hace dudar de mí misma en un intento de escapar de las consecuencias que yo como víctima debo (sobre)vivir y que él como abusador jamás se topó. ¿Y si hubiera hablado antes? ¿Me hubieran creído entonces? ¿Hubiera empezado a sanar más pronto y sería todo menos doloroso? ¿Hubiera construido mis propios sueños y mis propios gustos de no haber sido maldecida con la culpa que viene en el paquete del abuso sexual infantil? ¿Quién sería Tere Zamora? Porque honestamente… ¡¿Quién es Tere Zamora?! Lo que más desearía haber tenido es la oportunidad de decidir eso con todo el tiempo del mundo durante esa transición de la infancia/adolescencia/adultez; pero en cambio, me quedé atrapada en mi cabeza en un cuarto rosado con una litera, perdiéndome una y otra vez a consecuencia de su perversidad. Fue tanto el dolor y la confusión durante tantísimos años que terminé convirtiéndome en mi propia clase de monstruo; yo no abusé sexualmente de nadie, pero sí mentí, me burlé, humillé, jugué con sentimientos, no valoré amistades ni relaciones porque no me valoraba a mí misma, me aproveché de quienes me quisieron, me obligué a creer que era mejor que todos, porque en el fondo me sentía la basura más sucia y descompuesta que haya existido en el universo entero.
Mi psicóloga me dice que es como si estuviera viviendo un duelo y yo no dejo de preguntarme ¿quién murió? ¿El recuerdo que tengo de él? Porque todos los años que pude vivir en negación lo convertí en mi mejor amigo y ahora solo puedo ver hacia atrás y sentir culpa… porque quizás si le hubiera dejado de hablar antes, si tan solo lo hubiera odiado inmediatamente después de la primera vez que abusó de mí, mi familia no dudaría de lo que me hizo. ¿Morí yo? Esa persona sin voz, llena de vergüenza y de culpa que aparentaba ser perfecta y a la que ahora desconozco en muchos sentidos; esa persona a la que hoy no sé si odiar por haber resistido tanto o amar por lo mismo. ¿Murió mi familia? Los que siempre me apoyaron, confiaron en mí para absolutamente todo y me dieron cuanto quise y más; excepto claro, cuando eso que quise, eso que pedí… fue que me creyeran, que no dudaran de mí, que no me cuestionaran a mí que aún vivo con la consecuencias; sino a él, que me arruinó la vida.
Se supone que lo mejor es depositar mi dolor en otro lado; en arte, en la escritura, en algún otro lugar porque en este metro y medio de persona ya no cabe más.. porque me convertí en un globo que está a media gota más de explorar y salpicar todo a su alrededor. Pero ya no sé dónde más dejarlo, ya no sé qué más hacer con él; se siente como tener un tatuaje infectado; como que en cualquier momento voy a morir de una infección generalizada y me van a explotar las manos con las que pinto, los dedos con los que escribo, los ojos con los que leo…
Estoy cansada de alzar la voz, harta de tener que ser fuerte y resiliente; lo único que quiero es poder salir de este huracán que es mi mente; quiero dejar de repetir la película de terror que fue para mí ese cuarto, esa litera, el baño y la alberca inflable del patio… quiero que alguien por favor me abra la cabeza y borre de mi cerebro esos recuerdos. Quiero ser reseteada, quiero dejar de sentir este dolor… quiero ser esa persona fuerte que todos parecen creer que soy.