Quizás fueron sus ojos llenos de olas verdes que danzaban con otras amarillas y naranjas. O acaso se trató de la manera en que se ponía sus vestidos vaporosos casi siempre en tonos tierra y cómo se acomodaba su largo cabello rubio, a veces lacio y otras ondulado. Su risa que encantaba a todo el que la escuchaba y que casi la hacía flotar. Se preguntó si se trataba del conjunto de todo, o si la razón era en realidad que llevaba por nombre Agosto.
La conoció a finales de un verano que parecía cualquiera hasta que la vio sentada en la arena. En la arena y no en un trapo sobre ésta como todos los demás jóvenes que iban y se botaban frente al mar. Sus piernas acomodadas en un moño, el vestido de tul que se perdía en la arena y daba el efecto de que empezaba en donde ella estaba sentada y terminaba en los finos tirantes que adornaban sus hombros, haciéndola parecer una estatua. La única razón por la que supo que ese no era el caso, fue que la rubia sostenía un pincel bien firme entre sus dedos con el que pintaba un cuadro de gran tamaño posado en un caballete que había enterrado frente a ella y por el que parecía estar viendo el mar que se encontraba justo detrás de él. Era como si todo el verano se contuviera dentro de aquella mujer. Como si no existiera ningún otro mes, como si el mundo empezara y terminara en ella.
Podría decirse que fue cosa fácil, pues los dos eran jóvenes y los dos se encontraban de vacaciones en aquella playa. Platicaron largo y tendido, de lo divertido que era ver a las aves arruinar el picnic de una familia que seguramente se había esmerado en preparar para aquél día. De el color del mar. De las olas. De cómo la muchacha se había dedicado a pintar cada amanecer y cada atardecer de aquella playa en ese mismo lugar. De su carrera. De los libros que disfrutaba leer. Con cada dato nuevo que la rubia le daba, casi podía ver cómo todo en la muchacha resplandecía. Era como si ella y el ambiente fueran lo mismo, como estar hablando con el estío en persona. Aún después de datos y datos, sintió que jamás llegó a conocerla. Que Agosto siempre fue tan majestuosa como su nombre. Pero al mismo tiempo, siempre fue simplemente eso: Agosto.
Incluso ahora él no puede recordar cuántos días pasaron desde que comenzaron a conocerse… ¿o desde que comenzó a conocerla? ¿31 quizás?
¡Escribes súper maravilloso!
Haces sentir con las palabras 🖤