Antes me preguntaba todos los días: ¿por qué? Y eso me dolía muchísimo… creo que en gran parte era porque seguía creyendo que lo que pasó había sido mi culpa. La pregunta en realidad nunca fue para ti, a escondidas era un: ¿por qué no hablé?, ¿por qué no me fui?, ¿por qué lo permití?, ¿por qué?, ¿por qué?… pero ese taladro se descompuso cuando empecé a entender que no fue mi culpa. ¿Y sabes qué? Ya tampoco me interesa encontrar culpables. Hice lo que tenía que hacer con mis heridas: rascarlas y quitarles todo lo podrido para poder cicatrizar bien. Para quedarme con una piel marcada, pero sana. Una piel que jamás volverá a ser la misma, pero que ya no está infectada. 

Jamás voy a agradecer lo que me pasó “porque me hizo una persona más fuerte”, simple y sencillamente porque nadie merece ser víctima de abuso sexual. No debería pasar, no debería hacer a nadie fuerte ni resiliente. Nosotras las víctimas debimos tener infancias, adolescencias, juventudes, adulteces normales. El abuso sexual te deja una herida enorme, una herida que si no te dedicas a sanar se puede infectar hasta convertirse en sepsis y acabar contigo. Casi acaba conmigo, a veces sigo sin saber de dónde salió la fuerza que me ayudó a quedarme, que me hizo luchar… sobrevivir. 

Me quedé por algo, de eso estoy segura. Olvidar no es opción: Yo te creo… yo me creo. 

1 comentario

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *